Diciembre marcó un punto de inflexión para los pequeños futbolistas de primero y segundo de primaria del colegio Ciudad de Córdoba. Con mi llegada como nueva entrenadora, asumí un reto emocionante: no solo ayudarles a mejorar en el fútbol, sino también a seguir construyendo ese equipo que estaban formando . Los primeros entrenamientos dejaron claro que el grupo tenía mucho talento, pero también algunas dificultades para trabajar juntos: discusiones en el campo, reproches cuando alguien perdía el balón y culpas cruzadas que frenaban su potencial.
Tras algunas derrotas , se dieron también valiosas lecciones . Aunque el resultado no acompañó, quedó claro que había mucho margen para crecer. En los entrenamientos posteriores trabajamos tanto la técnica como la actitud: hicimos dinámicas para reforzar el compañerismo, hablamos de la importancia de animarse unos a otros y recordamos que en el fútbol, como en todo, a veces se gana y a veces se aprende.
El cambio no tardó en notarse. En los siguientes partidos del mes, el equipo dio un paso adelante, consiguiendo victorias. No solo fue importante por el resultado, sino porque los niños comenzaron a apoyarse y a celebrar juntos. ¡Bien hecho!, se escuchaba en el campo, algo que semanas antes era impensable. Cada entrenamiento reforzaba esa unión, y poco a poco, los pequeños dejaron de discutir y empezaron a jugar con una sonrisa.
La siguiente victoria consecutiva fue aún más especial. Esta vez, el equipo mostró una actitud impecable desde el principio. Cada uno estaba más concentrado, con ganas de dar lo mejor de sí mismo, pero también de ayudar a los demás. Cuando alguien cometía un error, no había reproches, solo ánimos: «No pasa nada, la próxima sale mejor». Ese espíritu de equipo empezaba a reflejarse tanto en los resultados como en la alegría de jugar juntos.
El último partido de diciembre fue el broche de oro. Con familias animando, los pequeños futbolistas del Ciudad de Córdoba dieron una muestra de esfuerzo, compañerismo y actitud. Ganaron , pero lo más bonito fue ver cómo celebraban cada jugada, cada gol y cada parada como un auténtico equipo y no solo eso sino cómo jugaban en equipo y todos tocando el balón.
Más allá del marcador, el partido mostró cuánto habían crecido en solo un mes. Ya no eran un grupo de niños que jugaban juntos; eran un equipo que luchaba unido.